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To Make A Peaceful Revolution Possible

En 2016, hubo dos candidatos que dijeron a la gente que su dolor era legítimo y su rabia válida, que el sistema había sido manipulado en su contra. Eran Bernie Sanders y Donald Trump.

Sin embargo, sólo uno de ellos quería hacer algo al respecto. El otro buscaba principalmente aprovechar toda esa ira para sus propios fines políticos.

So here we are.

La rabia que sentía la gente entonces se sigue sintiendo hoy. ¿Ha mejorado económicamente el sistema en los dos últimos años? En algunos aspectos, sí. Pero en aspectos fundamentales, no. Nuestro corrupto sistema político está al servicio de unos pocos a expensas de la mayoría. Y no se alterará.

Uno de cada cuatro estadounidenses sigue viviendo con deudas médicas. Un tercio de la población activa estadounidense trabaja por menos de $15 la hora; la mitad no puede permitirse un apartamento de un dormitorio. La mitad de nuestros mayores viven con menos de $25.000 al año. Estados Unidos tiene la tasa de pobreza más alta de cualquier democracia avanzada.

Si estás en el 20% de los estadounidenses que más ganan, la economía funciona bien. Y por eso podemos estar agradecidos. Pero ese 20% vive en una isla rodeada por un mar de desesperación económica. Dentro de ese mar, una miríada de disfunciones personales y sociales se reproducen con facilidad, desde la ansiedad crónica y la adicción hasta la captura ideológica por parte de elementos genuinamente psicóticos, incluso fascistas, de nuestra sociedad.

Debemos responder a esta situación, pues representa una inquietud insostenible.

Franklin Roosevelt said we wouldn’t have to worry about a fascist takeover in America so long as democracy delivered on its promises. Yes, there is a genuine fascist threat in America today. But we can’t just fight the disease; we must build up our societal immune system, as well. That means we must build up our people. We must provide a massive infusion of economic hope and opportunity to the over 70 percent of Americans who say they feel no economic hope, who simply do what they can to survive what they know is an inherently unjust economic system. Their dreams, and the dreams of their children, are limited. They are depressed and angry about it, and if those feelings are not assuaged – if their needs are not met – then America will be in even bigger trouble than we are now.

That is why I am running for president. I have had a forty year career working up close and personal with people whose lives are in trouble, and too many are in trouble now. Despair has become a feature, not a bug, of the American experience … yet our system continues to maintain injustices that make the suffering inevitable.

Our government “of the people, by the people, and for the people” has become a government “of the corporations, by the corporations, and for the corporations.” Our public policies regularly do more to serve the goal of short-term profit maximization for corporate and billionaire donors, than to serve the goal of safety, health and well-being of the American people. The humanitarian values at the core of our Declaration of Independence have been replaced by a soulless economics as the governing principle of our civilization.  The tentacles of hyper-capitalism, devoid of any ethical or moral consideration, now reach greedily into every corner of our society. A Second Gilded Age is upon us, income disparity as great as at any time in our history, and everything from climate catastrophe to AI catastrophe to nuclear catastrophe now loom as genuine threats to our civilization.

Es hora de dar la vuelta.

In the words of President John F. Kennedy, “Those who make peaceful revolution impossible make violent revolution inevitable.” In the years ahead of us, America is going to change. It is up to us to make the change a conscious, wise and responsible one.  As president, I will make sure we do.

Una aristocracia corporativa -desde las compañías de seguros y farmacéuticas hasta las grandes empresas agroalimentarias, pasando por las empresas químicas, los fabricantes de armas, las petroleras, las tecnológicas y los contratistas de defensa- tiraniza ahora este país, y los días de sus extralimitaciones y derechos deben terminar. Ninguna cosa va a hacer que eso suceda, pero un presidente que esté dispuesto a utilizar el poder del poder ejecutivo para hacer frente a lo que Roosevelt llamó los "monárquicos económicos" es un buen comienzo sólido. Y eso seré yo.

Como estadounidenses, necesitamos una temporada de reparación, un nuevo comienzo, una fe renovada en lo que es posible. Nuestra imaginación política puede florecer una vez más, si permitimos que surjan entre nosotros los mejores ángeles de nuestra naturaleza. Dedico esta campaña al pueblo, al espíritu de nuestros corazones y a la posibilidad de un cambio fundamental.

Con tu ayuda, podemos difundir este mensaje por todas partes y encaminar a Estados Unidos hacia un nuevo comienzo.